Llegaste justo cuando abría la puerta, en el momento exacto en que ya todo estaba arreglado, y cada mueble puesto de nuevo en su lugar. Llegaste sin avisar, sin pedir permiso diste un paso al frente, y te maravillaste con la luz que había dentro, no quisiste apagarla como los demás, no la hiciste tuya, la respetaste y la hiciste brillar un poco más.
Llegaste y te sentaste en mi alma, perfumando cada rincón de mi existencia, contemplando cada fibra de mi ser y no hiciste nada para cambiar lo que encontraste allí, aceptaste la belleza jamas vista por tus ojos y te rendiste ante ella.
Llegaste con tus alegrías, con tu sonrisa, tu gracia y tus ojos iluminados por el amor y decidiste quedarte aun cuando yo no te pedí nada, hiciste de mi interior tu segundo hogar, sin mover un solo retrato de mis recuerdos ni limpiar el polvo en mi corazón.
¿Como no aceptar que te quedes? ¿Como pedirte que te vayas? Si llegaste sin tomar nada de mi, si llegaste sin cambiar nada, solo magnificando las cosas que vivían en mi, haciéndome mas fuerte, y aun teniendo en tus manos mis defectos decidiste no hacerme vulnerable.
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