He estado sobreviviendo a la oscuridad, a las faltas y las carencias de todo lo que creía necesario para mí, sobreviviendo a lo poco, o a lo tonto que es el destino, a los errores y a las caídas, asumiendo que la vida pasaría de un momento a otro, en un soplido, en un aliento tibio, sin que me diera cuenta de que nunca la viví, ni de que solo sobrevivía a tantas cosas que decidí no soltar. He estado sobreviviendo a la vida, sin vivir ningún instante ni morir en ninguno, sintiendo tanto, y a la vez adormecido, fingiendo sonrisas cuando no quería, ocultando lágrimas cuando se asomaban, sobreviviendo al asilo de la muerte, sobreviviendo a la vida sin vivirla plena e intensamente, como la única oportunidad que tengo, como la existencia que es, divina y auténtica, única e irrepetible.
He estado sobreviviendo a los golpes, a los gritos, a las burlas, a la melancolía, peleando en una batalla incesante, sin saber contra qué exactamente, sobreviviendo a las migajas, a la falta de aire, a los sueños quebrados, a amores rotos, y planes cortados, y ahora me pregunto ¿Qué es vivir?