Un elefante purpura
Una mañana de primavera desperté como de costumbre a las 5:45 a.m., me había despertado el sonido del despertador, como odiaba aquel sonido últimamente, me indicaba que debía dejar la cama para ir al trabajo. Me levanté, me dirigí al baño y tomé un frío y largo baño, eso me ayudaba a sentirme despierta, me vestí rápidamente para bajar a la cocina a preparar café y el desayuno, estaba tan hambrienta y cansada, no había dormido bien la noche anterior, me sentía tan abrumada, triste y vacía.
Yo, Elsa Blanco, una mujer 28 de años, de cabello rubio y ojos azules, ahora un poco lenta para moverme, eso claro por mi reciente labor de parto, y con unas cuantas libras de más, algo demacrada y débil, nada que ver con lo que solía ser, una mujer joven y hermosa, una excelente profesional, llena de sueños, alegría y esperanzas. Vivía junto a mi esposo, un hombre de gran tamaño, cabello oscuro y ojos marrones, fornido y ágil al moverse, un excelente doctor, esposo y ser humano, de los mejores que hay, con un prominente futuro. Solíamos ser iguales, pero yo había abandonado mis sueños, sin siquiera saber el porqué, así que mientras el crecía, yo seguía siendo un desastre, pero tenía que levantarme de la cama un día más, no tenía otra opción. Ya había pasado antes por momentos grises, pero ninguno como este, desde hace algunos meses no me sentía del todo bien, no tenía ánimos ni fuerzas para hacer nada, solo quería quedarme en la cama para siempre.
Mi casa, no es muy grande, apenas tiene el espacio suficiente para nosotros dos y el nuevo miembro de la familia. Dos habitaciones, una cocina, una sala, un baño y un pequeño jardín la componen. Esta toda pintada de gris y blanco, con cortinas de color azul celeste, cuadros de paisajes alegres adornan las paredes, junto con algunas fotos de la familia, y otras cosas alegóricas al mar, me encantaba el mar, su calma y sus colores, pero hasta eso se había ido.
Mi rutina diaria, era como una película repetida, no había nada distinto en mis mañanas, así que ya sabía todo lo que haría y cómo lo haría, salvo aquel día, el día que lo cambio todo.
Yo, Elsa Blanco, una mujer 28 de años, de cabello rubio y ojos azules, ahora un poco lenta para moverme, eso claro por mi reciente labor de parto, y con unas cuantas libras de más, algo demacrada y débil, nada que ver con lo que solía ser, una mujer joven y hermosa, una excelente profesional, llena de sueños, alegría y esperanzas. Vivía junto a mi esposo, un hombre de gran tamaño, cabello oscuro y ojos marrones, fornido y ágil al moverse, un excelente doctor, esposo y ser humano, de los mejores que hay, con un prominente futuro. Solíamos ser iguales, pero yo había abandonado mis sueños, sin siquiera saber el porqué, así que mientras el crecía, yo seguía siendo un desastre, pero tenía que levantarme de la cama un día más, no tenía otra opción. Ya había pasado antes por momentos grises, pero ninguno como este, desde hace algunos meses no me sentía del todo bien, no tenía ánimos ni fuerzas para hacer nada, solo quería quedarme en la cama para siempre.
Mi casa, no es muy grande, apenas tiene el espacio suficiente para nosotros dos y el nuevo miembro de la familia. Dos habitaciones, una cocina, una sala, un baño y un pequeño jardín la componen. Esta toda pintada de gris y blanco, con cortinas de color azul celeste, cuadros de paisajes alegres adornan las paredes, junto con algunas fotos de la familia, y otras cosas alegóricas al mar, me encantaba el mar, su calma y sus colores, pero hasta eso se había ido.
Mi rutina diaria, era como una película repetida, no había nada distinto en mis mañanas, así que ya sabía todo lo que haría y cómo lo haría, salvo aquel día, el día que lo cambio todo.
Algo inesperado sucedió aquella mañana de primavera común y corriente, pues para mi sorpresa, había encontrado un pequeño y tierno elefante en mi cocina. Un pequeño elefante de color morado, con algunos mechones rosa en su frente, patitas cortas y delicadas, ojos profundos y marrones, de mirada tierna e inocente, algo así como un bebe elefante, si, lo era, definitivamente era un bebe elefante. Busqué con la mirada a mi alrededor, me preguntaba si estaba volviéndome loca, era tan extraño e inusual el encontrar un bebé elefante en un lugar como este, en mi cocina, y más raro el que fuera un elefante morado y con mechones rosa. No había en el mundo elefantes como este.
- ¿Cómo has llegado hasta aquí? - Le pregunté de manera inocente.
Y para más sorpresa respondió:
- Me he escapado del circo -
No lo podía creer, un elefante purpura en mi cocina y para colmo podía hablar. En serio me estaba volviendo loca. Me acerqué lentamente un poco asustada y lo toqué, luego acaricié sus largar orejas, necesitaba saber que era real.
- ¡No hagas eso! - Dijo un poco enojado. - He venido de lejos corriendo hasta aquí, estoy sediento y hambriento, y necesito esconderme de mis captores, soy muy pequeño e indefenso, y necesito tú protección.
- Me he escapado del circo -
No lo podía creer, un elefante purpura en mi cocina y para colmo podía hablar. En serio me estaba volviendo loca. Me acerqué lentamente un poco asustada y lo toqué, luego acaricié sus largar orejas, necesitaba saber que era real.
- ¡No hagas eso! - Dijo un poco enojado. - He venido de lejos corriendo hasta aquí, estoy sediento y hambriento, y necesito esconderme de mis captores, soy muy pequeño e indefenso, y necesito tú protección.
- Yo voy a protegerte – Le dije - Serás como mi hijo. -
Durante unos días cuidé de él, lo alimenté, lo bañé y me ocupé de todas sus necesidades, éramos tan felices juntos, ese vacío que sentía se estaba esfumado por completo, el elefante purpura casi llenaba todo hueco en mi interior.
Pero, la felicidad de tener al pequeño elefante conmigo no duraría para siempre, eso lo tenía claro, en algún momento vendrían por él, no me pertenecía, ni pertenecía a este lugar.
Y así fue, de alguna manera, sus captores, apoyados por el dueño del circo llegaron hasta mi casa buscándolo, querían apartarlo de mí.
Eran unos tipos muy serios, estaban vestidos de blanco de pies a cabeza, llevaban una especie de uniforme, tan solo uno de ellos, el que se identificaba como el dueño del circo vestía una ropa diferente, él era distinto, hasta parecía apegado al pequeño elefante, como si sufriera su ausencia y le tuviera cariño, los demás sólo querían apartarme de él, hacerme daño.
Aquel hombre de rostro dulce, el que vestía diferente a los demás, se acercó a mí, y me pidió amablemente que le entregara al pequeño elefante, pero yo lo quería conmigo, me había encariñado con él y él conmigo.
Los hombres vestidos de blanco, querían apartarme de él a la fuerza, tenían armas extrañas, con las que me amenazaban, yo solo quería salir corriendo de mi casa con él, gritaba eufórica por ayuda, todos me miraban de manera extraña, como si estuviera haciendo algo malo, yo no podía entenderlo.
Eran unos tipos muy serios, estaban vestidos de blanco de pies a cabeza, llevaban una especie de uniforme, tan solo uno de ellos, el que se identificaba como el dueño del circo vestía una ropa diferente, él era distinto, hasta parecía apegado al pequeño elefante, como si sufriera su ausencia y le tuviera cariño, los demás sólo querían apartarme de él, hacerme daño.
Aquel hombre de rostro dulce, el que vestía diferente a los demás, se acercó a mí, y me pidió amablemente que le entregara al pequeño elefante, pero yo lo quería conmigo, me había encariñado con él y él conmigo.
Los hombres vestidos de blanco, querían apartarme de él a la fuerza, tenían armas extrañas, con las que me amenazaban, yo solo quería salir corriendo de mi casa con él, gritaba eufórica por ayuda, todos me miraban de manera extraña, como si estuviera haciendo algo malo, yo no podía entenderlo.
- ¡Tiene que entregar el elefante a su dueño señora! - Dijo uno de los hombres vestidos de blanco.
- ¡No quiero! - Le dije - Es mío, llevo días cuidando de él, lo he amado desde que lo encontré. -
- ¡Lo siento! Pero por su bien y el del pequeño, tiene que venir con nosotros. - Dijo.
Yo lo aferraba a mi pecho, le había tomado cariño, quería quedarme con él para siempre, quería cuidarlo toda mi vida, sentía que querían quitarme un pedazo de mí. No podía dejarlo ir.
El hombre que vestía diferente expresaba tristeza en su rostro, se veía afligido, parecía querer mucho al pequeño elefante. Por un momento sentí su tristeza y quise ceder a su petición, pero al mirar a los ojos del pequeño, y ver cómo me sonreía, algo dentro de mí, rechazaba la idea de dejarlo ir, de dejarlo en sus manos.
El hombre tendió su mano derecha hacia mí, e intento acercarse despacio, mientras me pedía que permaneciera tranquila y entregara al pequeño. Por un instante confié en su cálida voz y en sus tristes ojos y me incliné hacia él. De repente sin darme cuenta tenía a todos esos hombres encima mío, forzándome a entregar al pequeño, y usando sus extrañas armas contra mí, me lo arrebataron.
- ¡No quiero! - Le dije - Es mío, llevo días cuidando de él, lo he amado desde que lo encontré. -
- ¡Lo siento! Pero por su bien y el del pequeño, tiene que venir con nosotros. - Dijo.
Yo lo aferraba a mi pecho, le había tomado cariño, quería quedarme con él para siempre, quería cuidarlo toda mi vida, sentía que querían quitarme un pedazo de mí. No podía dejarlo ir.
El hombre que vestía diferente expresaba tristeza en su rostro, se veía afligido, parecía querer mucho al pequeño elefante. Por un momento sentí su tristeza y quise ceder a su petición, pero al mirar a los ojos del pequeño, y ver cómo me sonreía, algo dentro de mí, rechazaba la idea de dejarlo ir, de dejarlo en sus manos.
El hombre tendió su mano derecha hacia mí, e intento acercarse despacio, mientras me pedía que permaneciera tranquila y entregara al pequeño. Por un instante confié en su cálida voz y en sus tristes ojos y me incliné hacia él. De repente sin darme cuenta tenía a todos esos hombres encima mío, forzándome a entregar al pequeño, y usando sus extrañas armas contra mí, me lo arrebataron.
Gritaba de dolor y desesperación, intentaba quitármelos de encima, pero eran más fuertes que yo. De repente, uno de ellos tomó su arma y la clavó en mí, así fue como empecé a sentir que perdía las fuerzas, ya no podía luchar, ni gritar por ayuda, todo empezó a dar vueltas en mi cabeza, mis ojos empezaron a cerrarse y me desvanecí.
Luego desperté aturdida, amarrada a una camilla, llevando tan solo una bata blanca puesta, uno de los hombres vestidos de blanco, al cual me había enfrentado anteriormente, el dueño del circo y una mujer me miraban fijamente, como si me conocieran. El dueño del pequeño lloraba y estaba triste.
- ¿Dónde estoy? - pregunté.
- ¿No lo recuerdas? - Me respondió el hombre triste.
- ¿Me podrías decir en qué año estamos? ¿Dónde estás y cómo te llamas? - Dijo la mujer que los acompañaba.
Dudé por unos segundos, miré al rededor, buscando reconocer el lugar, estaba en una habitación pequeña, toda blanca y sin ventanas, no había nada más que la cama donde reposaba acostada y una silla.
- ¿Dónde estoy? - pregunté.
- ¿No lo recuerdas? - Me respondió el hombre triste.
- ¿Me podrías decir en qué año estamos? ¿Dónde estás y cómo te llamas? - Dijo la mujer que los acompañaba.
Dudé por unos segundos, miré al rededor, buscando reconocer el lugar, estaba en una habitación pequeña, toda blanca y sin ventanas, no había nada más que la cama donde reposaba acostada y una silla.
-Tomate tu tiempo - Dijo la mujer.
Respiré profundo y recordé mi nombre.
- Mi nombre es Elsa - Le dije.
No podía recordar más nada, así que no pude responder las otras dos preguntas.
- Estás en un hospital psiquiátrico - Dijo. - Estás aquí por tu bien, has estado viendo cosas, diciendo que estabas en casa y no parabas de decir que habías encontrado un elefante en la cocina. Elefante que creemos se trata de tu bebé, al que hemos tenido que entregar a su padre para protegerlo.
No podía creer lo que me estaban diciendo, me encontraba en un psiquiátrico, el elefante que había tenido conmigo por varios días, según ellos no existía, y era fruto de mi imaginación, lo que quiere decir que estaba loca, o enferma, quizás ambas.
Fin
(Todos los derechos reservados)
Cuentos cortos, con temática psicológica y aprendizaje.
Código de registro: 1905090854849
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